El desafío arquitectónico más importante de este proyecto estuvo en agregar tres nuevos pisos a un antiguo edificio patrimonial, que hoy cuenta con 42 habitaciones insertas en pleno casco fundacional de la ciudad. Una joya urbana que en su planta superior permite apreciar la inconmensurable riqueza del paisaje, con una vista única al Cerro Santa Lucía, el Cerro San Cristóbal y la gran cumbre tutelar de Santiago: el cerro El Plomo. Para que lo nuevo dialogara coherentemente con lo antiguo, se imprimió una fotografía del frontis original del edificio en una superficie de cristal que cubre los tres nuevos pisos. Un recurso efímero, traslúcido, y transparente que materializa esta sutil reinterpretación de la historia a través de un lenguaje contemporáneo. Además de esta renovación, se abrieron tres patios existentes y se construyeron dos nuevas escalas que se concibieron como patios de luz y pasillos acristalados capaces de iluminar todo el edificio. En las habitaciones, se ampliaron los espacios difuminando los límites, con baños que forman parte de la decoración, mientras que para rescatar un elemento fundamental del inmueble, se revistieron cielos y muros con el piso original del edificio.